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Una vida en un contexto histórico

Por Marcos Escobar para El Diario del Juicio
Ph Elena Nicolay
En la audiencia del pasado jueves 1 de junio fue escuchado a través de videoconferencia desde Buenos Aires, Daniel de Santis, profesor de física de la Universidad de La Plata ya jubilado. Su historia de vida puede asimilarse a la de un diario de motocicleta, al sueño joven de un revolucionario con la carga de los años encima. A través de su relato, y a la luz de todas las audiencias transcurridas, podemos comenzar a entrever la estructura de la estrategia legal e ideológica planteada por la defensa. Si bien ya estamos cerca del final del juicio, los alegatos todavía no han sido planteados, pero a través de un análisis del discurso empleado desde la defensa podemos deshilar cuáles son las ideas que sostienen la “inocencia” de los acusados.
Daniel de Santis fue un reconocido militante del “Partido Revolucionario de los Trabajadores” (PRT), habiendo formado parte también de su brazo armado el “Ejército Revolucionario del Pueblo” (ERP). En la actualidad  milita en la Juventud Guevarista Argentina y en la Unión del Pueblo, además dirige la Cátedra “Che Guevara”, desde la cual se ofrecen distintos cursos relacionados principalmente con el pensamiento del revolucionarios, el proceso revolucionario en América Latina y la historia del PRT-ERP.
La historia del PRT-ERP es algo que lo atraviesa profundamente. Comenzó a militar en 1968 y llegaría a ser parte del Comité Central en 1975, por lo cual, es innegable que sus investigaciones sobre la historia del partido ofrece una mirada muy valiosa a la hora de reconstruir el clima de la época en la cual comenzó gestarse el Proceso de Reorganización Nacional llevado adelante por las Fuerzas Armadas Argentinas, y su antecedente inmediato, el Operativo Independencia.
De Santis fue ofrecido en primer término por la fiscalía como testigo de contexto, particularmente en relación a su libro “La historia del PRT por sus protagonistas”, el cual también está ofrecido como prueba en la causa.
Curiosamente la fiscalía lo desestimó, sin embargo fue la parte defensora quien insistió en que De Santis fuera llamado a testificar. El porqué de su insistencia en llamar particularmente a este testigo llama la atención, dado su perfil, uno podría imaginarse antes de escuchar el relato que un histórico militante socialista tiene poco para decir en favor de imputados por delitos de lesa humanidad. En base a la práctica discursiva que viene sosteniendo la defensa pública podemos conjeturar, más allá de una defensa técnica, que la estrategia apunta a continuar con la construcción de un relato que pretende establecer un escenario en el cual las acciones de los imputados respondieron a las exigencias de un supuesto enfrentamiento con grupos guerrilleros. Es así que se intenta enmarcar las prácticas represivas y delictivas cometidas por los miembros de las fuerzas de seguridad dentro de un contexto de conflicto armado entre dos bandos, entre los cuales se encontraba la población, quien desgraciadamente habría quedado en el medio de estas dos facciones. Esta construcción ideológica, argumentativa y discursiva es lo que se conoce como la “Teoría de los dos demonios”, la cual tiene a su vez una veta judicial, como podemos ver en las preguntas y comentarios realizados por las defensas tanto pública como privada.
Esta teoría niega el genocidio y la persecución política llevada a cabo por las fuerzas de seguridad antes y después del golpe cívico-militar de 1976, la misma pretende equiparar el accionar de grupos disidentes con los agentes del Estado, invisibiliza la sistematicidad de estas prácticas, del terror público y la clandestinidad como armas de acción psicológica, el robo (también sistemático) de niños recién nacidos y separados de sus familias, negándoles su identidad. Esta idea de una guerra esconde las torturas, los secuestros el uso sistemático (otra vez esa palabra) de la violencia de género como método de tortura contra las mujeres.
Daniel de Santis desarrolla este concepto durante su testimonio, y ante las primeras preguntas de la defensa en alusión la “lucha popular” planteada en su libro responde “ya sé a dónde me quiere llevar. Usted analiza desde la doctrina militar a sus defendidos, los cuales representan una institución capitalista, esto no tiene que ver con los términos militares, es una cuestión ideológica. Es ocioso buscar entender el concepto de lucha popular desde esta concepción. Se tiene que entender que el pueblo se encontraba arrinconado en ese momento, había crisis, la represión era cada vez más intensa, estábamos arrinconados. En ese sentido la “lucha popular” se alzaba impulsada por las injusticias. No podemos salirnos de ese contexto”.
Desde un enfoque que pretende investigar los crímenes cometidos durante el proceso represivo, pero que también intente teorizar sobre el proceso histórico que atravesó la República Argentina, es importante entender la represión también como una categoría de análisis que nos permita pensar en ella como un mecanismo de control sobre la sociedad. En este sentido, el profesor De Santis opinó que esta represión se transmitió a través de una agresión que continúa hasta el día de hoy. La negación de quienes formaron parte del aparato represivo a revelar la ubicación de los cuerpos de lxs desaprecidxs, a revelar la identidad de lxs niños secuestradxs, son prácticas que indican una violencia que se ha mantenido por más de cuarenta años. “Santucho sigue desparecido. Más del 60% de este glorioso partido está desaparecido. Ustedes, los acusados, no querían juzgarnos, querían exterminarnos”.
El testigo dedica una sección especial de su relato para aclarar una serie de números. En primer lugar indica que nunca hubo seis mil combatientes. Si llegaron a contarse poco más de cinco mil trescientas personas organizadas, de las cuales no todas eran militantes. “Algunos teníamos armas. Una pistola nada en comparación del rifle de un soldado. Nos perseguían. Nos mataban. Nuestra preparación militar, si es que así se le puede llamar, distaba mucho de la que recibía un soldado del Ejército Argentino. No teníamos cuarteles, ni plazas de armas. Estos políticos burgueses, estos militares, ellos empujaban a la juventud estudiantil, a este pueblo obrero, a la lucha, a la resistencia. Por la violencia, por el hambre”.
Concluidas las preguntas de la defensa, el testigo relata guiado por las preguntas de la fiscalía, el contexto desde una perspectiva que abarca los procesos anteriores a 1975. En 1971 Susana Gaggero denunciaba el secuestro de su compañero, Luis Pujals, de la casa en la que vivían. Hasta el día de hoy continúa desaparecido. Susana fue torturada en esa misma casa y sería asesinada en 1976. Su cuerpo fue identificado recién en 2005. Pujals fue el primer caso de secuestro y desaparición sufrido por el PRT, además de los 104 casos de desaparición durante el gobierno constitucional, a los que deben ser agregados los secuestros ocurridos durante la última dictadura militar.
Hay un hecho interesante que se repite en muchos testimonios, y es que en muchas ocasiones los testigos no hacen una diferenciación clara entre el accionar de las fuerzas represivas antes y después del comienzo de las dictadura en 1976. De hecho, muchos testimonios ni siquiera hacen esta diferenciación entre antes y después del comienzo del Operativo Independencia. De Santis afirma que ya en el 74 la presencia militar y policial en Tucumán era desmedida para las fuerzas que se intentaban “combatir”. Podemos ver en esta pequeña referencia la continuidad de un procesos de escalada en la violencia y la sistematicidad de los mecanismos represivos, los cuales ya habían comenzado a funcionar en ciertos espacios antes incluso del comienzo formal del Operativo militar en Tucumán. El caso del Ingenio Nueva Baviera, en el sur de nuestra provincia, por ejemplo. Alrededor del cual las historias de secuestro y torturas a obreros de la fábrica y el surco comienzan en el año 72.
El testigo, quien fue llamado para aportar sobre el contexto, no puede hablar en tercera persona el proceso que se vivió. Él fue parte de ese contexto, moldeado y transformador del mismo. Concluye su relato “La idea de una guerra es absurda. Desde la misma doctrina militar no puede plantearse un enfrentamiento bélico como tal entre un ejército regular y nosotros, que jamás llegamos a conformarnos como tal. Jamás fuimos reconocidos como una fuerza beligerante ni ejército estable por ningún organismo, lo cual descarta totalmente la teoría de una guerra. Lo que buscaba el Ejército era el exterminio del enemigo. El enemigo era el pueblo. Por eso aniquilaron poblaciones enteras. No hubo una guerra, y si hubiera sido, la convención de Ginebra prohíbe toda una serie de prácticas, las cuales fueron todas aplicadas. Contra la población. La mayoría de las muertes se producían en el llano, es decir, la mayoría son desaparecidos o desaparecidas, y sin embargo querían hacer pasar esas muertes como productos de un combate ¿Y los cuerpos? ¿Por qué nunca fueron devueltos a sus familias?

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